Pensar y sentir están íntima y estrechamente conectados. Los separamos para nombrarlos pero no existen el uno sin el otro, aunque en ocasiones nos esforcemos en bloquear nuestras emociones o en parar nuestros pensamientos. Los separamos para sobrevivir pero eso nos resta vida.
Pensar y sentir a menudo están en guerra pero podemos reconciliarlos. A experimentar lo que sucede en nuestro interior en su totalidad.