Emitir quejas es agotador, nos desgasta y desgasta a los que nos rodean. La principal diferencia entre una opinión y una queja, es que la queja es inflexible, juiciosa y contiene un fuerte componente emocional.
Las personas que se quejan buscan de ti, como interlocutor, tu apoyo, tu participación en la queja y tu posicionamiento. Y si este no es recibido, ponen distancia, se sienten heridos u obran con superioridad.
Cuando nos quejamos, existe una víctima, una fuente de descarga de nuestras frustraciones.
Las quejas clasifican a las personas, etiquetan, ponen distancia.
Las queja es energía estancada que nace del miedo (miedo a ser pisado, miedo a ser oprimido..) y se nutre de la falta de confianza en uno mismo, en los demás, en la vida. Nada puede ser transformado mediante la queja.
Vivimos en un mundo de la queja, de la reivindicación, de la creencia que la lucha contra los “malvados” es necesaria para el cambio. Contra los políticos corruptos, contra las injusticias, contra……Sin embargo, con toda esa energía de odio, convertimos el mundo en un mundo de personas enfadadas que se mantienen en lucha y consumen su energía disponible. La queja es absurda e innecesaria.
El mundo es un reflejo de tanta queja, odio y malestar. Pongamos la atención en nosotros y convirtamos la queja en algo realmente constructivo.