Intentar salir del círculo de la preocupación es multiplicar el dolor y convertirlo en sufrimiento. Sin embargo, cuando nos sentimos mal emocionalmente, hay una parte de nosotros que trata de resolver de manera inmediata, que quiere escapar de ese malestar, que exige o culpa. Y otra que se ahoga en las emociones, magnifica y anticipa las dificultades.
En este diálogo (o más bien, esa lucha) entre ángel y diablo, juez y víctima, no hay ganador. Tratar de escapar de uno mismo es una batalla perdida porque salir de ese círculo no es algo que dependa de la mente. El cambio realmente viene cuando abandonamos la batalla, cuando podemos observarnos, tomar conciencia de nuestras necesidades, tratarnos con amor y respeto en el proceso y abrimos al miedo y a las emociones.