Hay algo no nos gusta del otro y le decimos: deberías hacer esto o lo normal es que hagas lo otro. Sin embargo, desde la razón y desde nuestra propia verdad, tenemos menos probabilidad de transformar la situación, más posibilidades de que el otro se sienta atacado y se defienda desde el mismo lugar.
Comunicarnos desde el corazón (cómo me siento, qué necesito, cuáles son mis deseos…) nos abre más puertas porque facilita al otro que pueda sintonizar con nuestras emociones y que pueda estar más abierto a expresarse y compartir.
En determinados contextos, momentos, situaciones o personas, nos resulta más difícil comunicarnos desde el corazón.